sábado, 15 de agosto de 2015

Un día en el desierto

Un día desierto adentro equivale a semanas de vida urbana. Aquí, el tiempo se detiene. El paisaje se vuelve un mundo inmutable. El silencio y la oscuridad nos regresan a ese universo natural donde antes que contar el tiempo es preferible vivirlo. Después de una ardua jornada de trabajo, de ingresar durante horas a una cueva húmeda y endiabladamente caliente, y de realizar un regreso fatigado y peligroso sobre piedras volcánicas afiladas y con la presencia latente de víboras de cascabel, caí rendido en la caja de una pick up. Mirando el cielo y contando estrellas fugaces, no me importaron los insectos que me revoloteaban, ni el sudor abundante, ni la sed ni el olor a huano que penetraba mi nariz y mi boca. Cerré los ojos y me dejé llevar al sueño pensando en lo afortunado del acto de vivir.

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