lunes, 29 de junio de 2015

Sol

Un misterioso Sol que miro desde el baño me hace iniciar el día. Pienso en esa luz que parte a miles de kilómetros y que tarda poco más de ocho minutos en llegar a la Tierra. Pienso en  lo que los astrónomos  denominan la Unidad Astronómica (UA), que es la distancia media entre nuestro planeta y el astro y que es con los que se mide el Sistema Solar. Un dato que a los simples mortales no nos sirve de mucho, sino es para darnos cuenta que somos muy pequeños y que nuestras alegrías y tristezas apenas tienen incidencia en un Universo cuya inmensidad es inabarcable, incluso conceptualmente. Redimensionar así, es un truco que me ha funcionado a lo largo de la vida. Un problema grande puede ser diminuto comparado con la UA. Un día largo, difícil, es un pestañeo visto de esta manera. Y también existe la promesa de una grandeza inabarcable. Algo más allá de lo que podamos comprender o de lo que nuestra capacidad de conocer puede, si quiera, acercarse a procesar. No hablo en términos religiosos. Hablo sencillamente de la posibilidad de que haya mundos desconocidos, energías incomprensibles que algún día nos desmoronen esta idea de "lo real" que tanto nos gusta a los seres humanos y que nos ayuda a asirnos a nuestro planetita, a nuestra vida diaria, a nuestra existencia de carne y hueso. Ahí está, pues, el Sol, a través del vidrio del baño, un día cualquiera, uno más. Una ventana que me gusta pensar como mi conexión con lo infinito... 7:35 AM... Hora de ir a chambear.

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