Un pequeño rincón digital para poner en letras las historias que me mueven, que imagino, que me inspiran o que me hacen soñar. Una forma de sentirme más cerquita del mundo a través de las palabras.
martes, 30 de junio de 2015
Universitarios
Hoy visitaré a los universitarios. En específico a los estudiantes de la UAM Cuajimalpa que me invitaron a dar "una conferencia". Encargo que al que rehuí inmediatamente. "Si quieren", le dije a Fabián, el chico que me contactó, "voy y platicamos todos sobre periodismo", consciente de que a mí me interesan más sus nuevas ideas y su perspectiva de los medios y las nuevas tecnologías que a ellos mi experiencias y mis narraciones de cuando hacía mis tareas con máquina de escribir y fotocopias. Con todo, en la madrugada no pude evitar ponerme a pensar de qué les platicaría, en qué ocuparía las ¡dos horas que me reservaron! Me llegaban muchas cosas a la cabeza. Anécdotas interesantes, momentos importantes de mi carrera, o historias chistosas... pero la verdad, en las palabras mentales que ensayaba detectaba un tufo aleccionador de mi parte. ¡Qué hueva me doy!, me dije mientras me acomodaba en la almohada y veía como comenzaba a clarear en la ventana. ¿Por qué a los seres humanos nos llega ese momento de querer enseñar cómo se debe vivir la vida? Es lo que yo llamo el síndrome Cantínflas. El pobre, tan cagado que era. ¡Era un cómico genial! Fresco, inteligente, ágil, mímico... libre, ¡libre! ¿Y cómo acabó? ¡Uta! Dando consejos moralinos a diestra y siniestra y lecciones de buenas conductas y moral de cuatro pesos. Pobre, la neta acabo debrayando con su estrechez de programa oficial. ¡Uf! Ahora que lo pienso qué bueno que me invitaron a platicar, porque me parece que estoy justo a tiempo de vacunarme contra esa moralina cantinflesca y ese envejecimiento mental. Hoy lo pondré a prueba. Nada de consejos... pura apertura. Ya les contaré.
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