domingo, 12 de julio de 2015

Operativo dominguero

Si no fuera porque me afecta directamente, estaría sinceramente fascinado por la polícia y el ejército mexicano. Son tan estúpidos y descoordinados en su actuar que superan la creatividad de los guiones de cualquier parodia de agente imbécil (recordemos Sledge Hammer y Torrente, el brazo tonto de la ley, por poner dos ejemplos). Hoy, ya que su gran presa se les ha escapado en las narices, emprenden un operativo dominguero de dimensiones que yo no recuerdo en mis 45 años de vida en la Ciudad de México. Hay policías y militares en los puentes, en todas las esquinas y nutridos retentes de tiras y sardos amontonados en las casetas esperando a ver si el Chapo pasa a comprar Pan de nata, pagar la cuota y preguntárle al tipo de la caseta: "Oiga, voy bien para Sinaloa".
He salido dos veces de mi casa en auto y las dos he sido detenido. La primera por la polícia, a tan sólo a dos calles de mi casa para verificar si mi auto no era robado (Creen que todos somos como ellos) y la segunda, por los militares para checar mi cajuela a ver si no traía al Chapo agazapado en ella y ¡a mis dos hijos! (¡de uno y cuatro años!) como pantalla.
Pobrecillos, la verdad hay que reconocerles que son geniales en su estupidez. Lo digo nuevamente y de forma sincera: Lástima que me afecte, que tenga que ver conmigo y mi país, y mi gente y que, además, sean mis impuestos los que de una u otra forma se invierten en pagar penales de alta seguridad tan fáciles de birlar como si fuera la cárcel de la kermés, y el sueldo de todos estos inútiles (comenzando por el Presidente), y hasta los mismos utiensilios de cocina que se metió a lavar el Chapo a la regadera antes de decirles: ¡Mejor se lo lavan ustedes, yo me voy! Porque si no creo que disfrutaría más despreocupadamente de la tragicomedia mexicana.

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